Nos damos un paseo por la otra capital de Italia. La que está escondida en la Via Gaspare Spontini. Y no, no sale en el mapa.
La
capital de la moda. Algunos pensarán en París, otros en Nueva York, pero esto
va de Milán. Una ciudad que sus propios habitantes tratan de cambiar, empezando por ellos mismos. El último lustro le ha sentado muy bien al pulmón
industrial italiano, donde querrás trabajar si eres joven y salir de compras si
eres humano.
Pero el
tiempo apremia y sólo tenemos unas horas y pocas ganas de andar para verlo todo.
El agobiante clima tampoco ayuda. Todo no se puede ver, pero sin moverse de la
Stazione Centrale y alrededores podemos disfrutar del mítico aperitivo y acabar saboreando una
biblioteca de vinos a ritmo de blues habanero.
Miramos nuestro reloj y recordamos que los aperitivi funcionan por las tardes (hasta las 19-20h) y van de pedirse algo de beber y comer sin descanso. Tenemos hambre. A escasos 10 minutos andando desde Centrale, está la Via Gaspare Spontini, que a simple vista no parece si no ofrecernos un poco más de esa estampa de fachada amarillenta y sucia a la que nos acostumbra esta parte de la ciudad. Sin embargo, en el nº 8 no para de titilar un neón donde dice ‘Ciu’s’. Este restaurante de guerrilla propone un aperitivo por 10€ con una generosa variedad de platos, desde pasta hasta berenjenas rellenas y ensaladas, sin tener un sabor exquisito pero con un precio y ambiente imbatibles.
Salimos en busca de un digestivo, de una aguja y un refino. Justo enfrente de Ciu’s emana un olor a Chianti acompañado de un gigantesco contrabajo y unas maracas que agitan a personas y taninos a partes iguales. Una auténtica colección de vinos italianos y mediterráneos, ordenados como enciclopedias donde la gente se apunta a talleres de degustación, música en directo, fuera-pista de copas y, por supuesto, un pulido aperitivo. Los hay que hasta bailan. Se llama ‘Vino al Vino’ y está en el nº 11.
Al pan, pan. Al vino, vino |
Y para completar esta travesía, el local inmediatamente al lado de Vino al Vino te ofrece una exquisita nevera de helados artesanales (melocotón, stracciatella, chocolates, mango…). I Gelati di Boccia, para coronar el apetito, en la misma esquina.
Pero quizás el tiempo tiene tanta prisa que no puedes ni salir de la Stazione Centrale y te quieres tomar una buena pizza. La cadena ‘Rossopomodoro’ redefine eso de que las cadenas no ofrecen buen producto. Pizzería 100% napolitana, y como dicen ellos, “sono certamente tutti i colori di Napoli”. Sin sorpresas en la cuenta (10-12€ por pizza) y con una decoración muy de una mamma moderna.
Y nos subimos al tren.