Esta entrada está dedicada a la RENFE y sus inexplicabilidades.
El tren se detiene. Comienza a salir humo de los motores y entra poco a poco en el vagón. Cunde el pánico, no se ve nada. Pañuelos que cubren bocas y narices y gente que gatea buscando el aire limpio que promete toda azafata de avión. Niños que lloran, madres desesperadas. Frustrados intentos por abrir las puertas, pero están todas bloqueadas. Hay que hacer algo, este tren necesita un salvador, un evacuador, un héroe. La única vía para salir de aquí es por las ventanas.
¡Hay que romper los cristales! Pero, ¿cómo? Pues con el martillo rompecristales: rompa el cristal para acceder al martillo.
Y así una tras otra. Por ejemplo, ¿por qué aparecen en los paneles las estaciones por las que pasará el tren cuando ya está a punto de pararse en tu parada? La vida es más interesante sin saber dónde bajarse.
Estación de Atocha. Hora punta de la mañana: llega el tren de Móstoles, que comparte andén con el de Parla. El de Móstoles tiene una densidad de población de aproximadamente 300 personas por metro cuadrado mientras que el de Parla es de los de Teruel existe. Como es bien sabido hay unas escaleras mecánicas que suben y otras que bajan. Aquí entra Fomento, Fomentando la eficiencia. Se produce un colapso de viajeros cual artereiesclerosis a la espera de las escalators, pero las de subida son las que están más cerca del tren de Móstoles, por lo que si tienes prisa estás perdido: bajas sin tráfico, bien, pero tienes luego que cruzar una marabunta de individuos con cara de pocos amigos; suficiente problema tienen ellos con defenderse de codazos y de colocarse a la izquierda para subir más rápidamente. ¿Solución? Rodear la marea. Es entonces cuando suena el reconfortante pitido de cierre de puertas y ves como te miran las apretujadas caras de dentro esbozando una mueca, entre mejilla, barbilla y sobaco, como diciendo "pobre, no llega". Mala suerte. Try Again My Friend.
No me ha pasado nunca, por que no cojo el tren de Móstoles. Pero he sido testigo de camino a la universidad de frustraciones varias y cuellos girando a todos los lados buscando un hueco por el que atravesar el laberinto.
Renfe, un tren de valores.
El tren se detiene. Comienza a salir humo de los motores y entra poco a poco en el vagón. Cunde el pánico, no se ve nada. Pañuelos que cubren bocas y narices y gente que gatea buscando el aire limpio que promete toda azafata de avión. Niños que lloran, madres desesperadas. Frustrados intentos por abrir las puertas, pero están todas bloqueadas. Hay que hacer algo, este tren necesita un salvador, un evacuador, un héroe. La única vía para salir de aquí es por las ventanas.
¡Hay que romper los cristales! Pero, ¿cómo? Pues con el martillo rompecristales: rompa el cristal para acceder al martillo.
Y así una tras otra. Por ejemplo, ¿por qué aparecen en los paneles las estaciones por las que pasará el tren cuando ya está a punto de pararse en tu parada? La vida es más interesante sin saber dónde bajarse.
Estación de Atocha. Hora punta de la mañana: llega el tren de Móstoles, que comparte andén con el de Parla. El de Móstoles tiene una densidad de población de aproximadamente 300 personas por metro cuadrado mientras que el de Parla es de los de Teruel existe. Como es bien sabido hay unas escaleras mecánicas que suben y otras que bajan. Aquí entra Fomento, Fomentando la eficiencia. Se produce un colapso de viajeros cual artereiesclerosis a la espera de las escalators, pero las de subida son las que están más cerca del tren de Móstoles, por lo que si tienes prisa estás perdido: bajas sin tráfico, bien, pero tienes luego que cruzar una marabunta de individuos con cara de pocos amigos; suficiente problema tienen ellos con defenderse de codazos y de colocarse a la izquierda para subir más rápidamente. ¿Solución? Rodear la marea. Es entonces cuando suena el reconfortante pitido de cierre de puertas y ves como te miran las apretujadas caras de dentro esbozando una mueca, entre mejilla, barbilla y sobaco, como diciendo "pobre, no llega". Mala suerte. Try Again My Friend.
No me ha pasado nunca, por que no cojo el tren de Móstoles. Pero he sido testigo de camino a la universidad de frustraciones varias y cuellos girando a todos los lados buscando un hueco por el que atravesar el laberinto.
Renfe, un tren de valores.
jajajajajaja!! qué cierto!!!
ResponderEliminar