Séptimo partido de las Finales de la NBA, el que gana se lleva el anillo. Sólo ha habido dos séptimos partidos en los últimos 20 años. Se enfrentan Lakers y Celtics, los dos equipos más laureados y míticos de la historia de la liga (17 títulos y 3 subcampeonatos para los verdes, 15 y 15 para los de púrpura y oro). Ambos se han enfrentado en las Finales 11 veces previamente, con 9 victorias de Boston (la última en 2008) y 2 de Los Ángeles. De las once, cuatro llegaron al séptimo partido, y siempre ganó Boston (tres fueron en casa y la mítica del 69 fue en Los Ángeles). Por tanto, el partido promete ser histórico.
Los Lakers llegan tras jugar 104 partidos en esta temporada, mientras que los Celtics han necesitado 105 para llegar a este séptimo (sin contar los 10 de la pretemporada de cada equipo). Esos 209 partidos se van a reducir a los detalles que acontezcan en los 48 minutos finales. Y hay dos detalles que han sido decisivos en los seis anteriores partidos de la serie: el que ha ganado el primer cuarto y el que ha ganado el rebote se ha llevado el partido. Por otra parte, Pau Gasol decía antes del partido: “donde no lleguen las piernas, llegará el corazón”, dejando claro que nada importaba que los 209 partidos previos pesaran en lo físico, ya que el séptimo partido de unas finales es otra cosa.
Y llegó el partido y la presión se hizo patente. Al final del primer cuarto 14-23 para los Celtics en lo que era la peor anotación en una final de la historia de los Lakers, sólo un punto por encima de la peor anotación de la historia de las Finales por parte de cualquier equipo, que data del año 1955. El partido siguió por cauces similares en el segundo cuarto, el cual dejó un 34-40 en el marcador. Este segundo cuarto, además, se encontró con un sorprendente protagonista: Ron Artest. El controvertido jugador (basta con decir que al final del partido dedicó el título entre otros, a su psiquiatra), fichado como especialista defensivo, se destapó con 12 puntos que serían claves para mantener el partido vivo.
La tensión que se vivía era la mayor que se recuerda en un partido de la NBA en las últimas décadas y los jugadores (especialmente Kobe Bryant) parecían incapaces de sobreponerse a ella. Esto se traducía en un lamentable 26% en tiros de campo por parte de los Lakers, por un 44% de los verdes. El único motivo por el cual los Lakers seguían vivos era su dominio en el rebote (ayudados por la baja del pívot de los Celtics, Kendrick Perkins, y por la tremenda cifra reboteadora de Gasol, 18 al final del partido) que les permitió tener 50 tiros por 34 de los Celtics. La esperanza para los Lakers de cara a la segunda mitad era que esa diferencia porcentual en tiros de campo tenía que converger sí o sí.
Pero el tercer cuarto no fue mejor para Kobe, que seguía sumando incomprensiblemente fallo tras fallo a su estadística. De esta manera se llega al final del mismo con 53-57 en el marcador. Quedan doce minutos de temporada y se van a jugar a muerte. Así, el último cuarto está marcado por la intensidad del juego, los golpes y algunos detalles decisivos: en primer lugar, Pau Gasol, que se impone a la defensa verde y domina en el rebote y anota canastas decisivas; en segundo lugar, Kobe Bryant, que por fin anota puntos con continuidad. De esta manera se culmina un guión digno de película americana, como no podía ser de otra manera, con el equipo de casa todo el partido por detrás en el marcador, remontando y ganando al final, capitaneado por el héroe que sufre durante todo el encuentro hasta resolver en los momentos decisivos, con protagonistas secundarios (o no tanto) como Pau Gasol o Ron Artest. Todo esto aderezado con otros actores de reparto con un papel totalmente inesperado como el de Sasha Vujacic, jugador marginal en el equipo pero que anota dos tiros libres decisivos o el de Rajon Rondo, jugadorazo, pero incapaz de anotar un triple, que sin embargo mete uno a falta de segundos para el final.
En resumen, un partido horrible en cuanto al acierto y la plasticidad del juego, pero increíble en cuanto a la intensidad y la emoción. Y, al fin y al cabo, de eso se trata en un séptimo partido de una final.
PD: Por primera vez en los siete partidos no fue el mismo equipo el que ganó el primer cuarto y el que ganó el rebote, y fue esta segunda estadística (que ganaron, obviamente, los Lakers) la más decisiva.
PD2: En la segunda parte los porcentajes de tiros de campo fueron: 38% Celtics/38 % Lakers; para un 40,8%/32,5% en el global del encuentro (siendo este 32,5% el peor dato de los Lakers en los 105 partidos de la temporada). Por tanto, se mantuvo el dominio del rebote angelino y el porcentaje de tiros de campo efectivamente convergió, para ser clave en la victoria final por 83-79.
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