14.6.10

Rage in Rio

El viernes estuve en el Rock in Rio, principalmente para ver a Rage. Tuve la oportunidad hace dos años de ver a Police y a Bob Dylan, Franz Ferdinand y Lenny Kravitz al día siguiente por ello creo que puedo opinar de cómo ha cambiado este parque temático musical, donde lo musical parece estar a la cola.
Ha cumplido dos años el Rock in Rio Madrid, esa ciudad del rock que llaman, y es cada vez más una suerte de Logorama; un paradójico recinto donde empieza a caer una lluvia de gratuidad en forma de chicles, alguna que otra bebida promocional, preservativos y manos gigantes de Coronita para luego pagar por cualquier cosa.
Todo es estándar, desde los menús de los Burger Kings hasta el precio de la botella de agua–cosa razonable por principio de competencia–. Cómo bien decía Roberto Medina, el emprendedor de este evento, en una entrevista de TVE: "lo que verdaderamente importa es el ambiente". Triste o no, ha creado todo un robot publicitario buscando como excusa a la música. ¿En qué cabeza cabe sino, que antes de comenzar Rage Against the Machine, aparezca una enorme pantalla con una cuenta atrás y aparezca al finalizar Movistar? Pero que es un concierto, ¡un concierto!
Puede ser más o menos aceptable que florezcan kebabs, Whoppers, Telepizzas y puestos de baguettes, por cubrir necesidades básicas, pero que estés escuchando rap de Cypress Hill y bajes la mirada para encontrarte con un tenderete de LG lleno de lavadoras y neveras es más bien surrealista. Sin contar con El Corte Inglés y sus pasarelas. Como dice el chiste de los vascos: 'si vamos a por Rolex, vamos a por Rolex'.

Después de la más básica de las normas de no poder entrar al recinto con ningún tipo de alimentos hay algunos detalles curiosos sobre lo bien estudiado que está todo. Por mucho que no te guste el juego vale la pena comentar la jugada. El Burger King, además de ser el Burger más rápido de la historia, parecía un anuncio de Benetton: te podía atender cualquiera de las razas de este planeta. Cosmopolitismo corporativo, algo loable pero canta si pretendes que parezca perfecto.
Los precios del Telepizza: un enoooorme 3 € invade el panel de productos–imagen de cabeza en alto y cara de indecisión–al lado de varias pizzas familiares. Lo ves desde lejos y piensas '¡eh, un 3, qué sorpresa!'. Pero entonces te acercas y lo entiendes todo. Es sólo una porción, amigo, el 20 de las familiares lo tienes justo debajo, en Times New Roman 8. Pero ya estás a dos metros del mostrador y el olor se mete en tu cartera.

Lejos de 1985 y de la idea original del Rock in Rio de aparear música y marca, los 35€ que pagué por la entrada y el espectáculo de O'Funkillo primero y de Rage Against the Machine después, merecieron mucho mucho la pena. Parece increíble cómo puede Zack de la Rocha saltar y entregarse de la manera que lo hace con 40 años. Que no es edad de juanetes, pero hay que verlo para sorprenderse. Y me gustó mucho más que en disco, por cierto. Tom Morello, otro no-parar, le da igual hacer un solo golpeando el jack con la palma de la mano que acoplándose con el ampli mientras edita el clavijero y toca con el codo. Otro que tal baila, cerca de los 50 y como si esto fuera 1992. Para mí el peor del grupo fue el batería, que dejaba caer el ritmo de vez en cuando.
Si hay algo que no olvidaré nunca será la manera con que abrieron el concierto, Testify, y la impresión de deslumbrarme un marco de gigantes luces blancas mientras entraba el riff y se ponían a saltar miles y miles de personas. El vídeo de abajo lo retrata, minuto 2:17. Locura, rabia, puños, brazos, cuernos y cuellos medio descoyuntados. Terminó Testify y pensé que no aguantaría así hora y media. Mentira, cada tema es un subidón de adrenalina. Terremoto. Le siguieron Bombtrack, Know Your Enemy, Township Rebellion, Freedom, Guerrilla Radio, Renegades of Funk, un cover de los Clash (White Riot y nada sorprendente para un grupo antisistema como Rage: "Black man gotta lot a problems, White people go to school"), Wake Up, Bullet in the Head (tremendo final), Bulls on Parade... y terminaron, como no podía ser de otra manera con Killing in the Name. Me faltó Settle for Nothing, el estribillo con la potencia con la que sonaba todo, habría sido de pelos en alto.

Rock in Rio, Pop in Rio, Pachanga en Arganda... cualquier nombre vale para este parque de atracciones en mitad del desierto, pero no son tontos al respaldarse en grupos internacionalmente muy reconocidos (seas o no fan de Rage, Metallica, Jane's Addiction, la ya no tan Hannah Montana o Shakira). Realmente me da pena que no retransmitieran el concierto por televisión por el espectáculo; pero sólo valía con vivirlo allí, no queda otra.

They say jump, you say how high

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