Más vale tarde que nunca, más tarde porque es verano y no siempre se está en casa para escribir en el blog.
Quería, con algo de delay, dejar huella en ENREDADO de la victoria más famosa del deporte español y la más famosa en este 2010 por lo menos.
Quería hablar sobre las miles de banderas que he visto y sigo viendo en Madrid, que vi en Galicia y Almería en estos días.
Quería hablar sobre los increíbles comentarios y las inimaginables ironías sobre llevar banderas de España en el coche, en las terrazas, en los móviles, en las camisetas... Quería hablar sobre todo ello, porque me impacta.
En lo que al fútbol se refiere, creo que queda claro que todos los jugadores de esta Selección pasarán a la historia y que todos nosotros sabremos recitar sus nombres a nuestros hijos y nietos, hallá por el 2030, rollo Cómo conocí a nuestra Roja. También queda claro que no sólo es una victoria deportiva, sino que tiene un impacto y repercusión cultural pocas veces antes vista en nuestro país. ¿Aparecerá en la conocida por todos flecha del libro de Historia, con los eventos más importantes del siglo XXI? Apuesto a que así será.
Se puede creer en el oportunismo de que los abanderados del deporte rey en nuestro país y en la mayor parte del mundo se hayan alzado con una copa que nos une a todos y que por ello ahora nos entra la vena del yo soy español, español, español. Se puede creer y se sabe que somos un país dividido y que ojalá esto de verdad sirva para que cada uno de los españoles podamos llevar con orgullo y con patriotismo la bandera de nuestro país, sin caer en fascismos ni franquismos estúpidos e inútiles.
Que el debate del Estado de la Nación de la semana pasada haya tenido una audiencia 10 veces menor que la final del Mundial de Fútbol no indica otra cosa que la de un país desencantado con los que dicen gobernar pero fiero a sus colores y a sus logros deportivos, estandarte de la vanidad nacional desde los tiempos de la Antigua Grecia.
Tengo curiosidad por saber hasta cuándo durará toda esta fogosidad de color rojo y amarillo. ¿Durará hasta Navidad cuando tengamos que cambiar la decoración y la bandera bicolor dé paso a los abetos multiluminosos? ¿O durará como dura una bandera norteamericana en un bonito jardín de Long Island?
Nos dividimos en una Guerra Civil, a pesar de nuestra incivilización, y no sé si quiero llegar siquiera a pensar que todo se unirá por la fiesta de Iniesta.
Quería, con algo de delay, dejar huella en ENREDADO de la victoria más famosa del deporte español y la más famosa en este 2010 por lo menos.
Quería hablar sobre las miles de banderas que he visto y sigo viendo en Madrid, que vi en Galicia y Almería en estos días.
Quería hablar sobre los increíbles comentarios y las inimaginables ironías sobre llevar banderas de España en el coche, en las terrazas, en los móviles, en las camisetas... Quería hablar sobre todo ello, porque me impacta.
En lo que al fútbol se refiere, creo que queda claro que todos los jugadores de esta Selección pasarán a la historia y que todos nosotros sabremos recitar sus nombres a nuestros hijos y nietos, hallá por el 2030, rollo Cómo conocí a nuestra Roja. También queda claro que no sólo es una victoria deportiva, sino que tiene un impacto y repercusión cultural pocas veces antes vista en nuestro país. ¿Aparecerá en la conocida por todos flecha del libro de Historia, con los eventos más importantes del siglo XXI? Apuesto a que así será.
Se puede creer en el oportunismo de que los abanderados del deporte rey en nuestro país y en la mayor parte del mundo se hayan alzado con una copa que nos une a todos y que por ello ahora nos entra la vena del yo soy español, español, español. Se puede creer y se sabe que somos un país dividido y que ojalá esto de verdad sirva para que cada uno de los españoles podamos llevar con orgullo y con patriotismo la bandera de nuestro país, sin caer en fascismos ni franquismos estúpidos e inútiles.
Que el debate del Estado de la Nación de la semana pasada haya tenido una audiencia 10 veces menor que la final del Mundial de Fútbol no indica otra cosa que la de un país desencantado con los que dicen gobernar pero fiero a sus colores y a sus logros deportivos, estandarte de la vanidad nacional desde los tiempos de la Antigua Grecia.
Tengo curiosidad por saber hasta cuándo durará toda esta fogosidad de color rojo y amarillo. ¿Durará hasta Navidad cuando tengamos que cambiar la decoración y la bandera bicolor dé paso a los abetos multiluminosos? ¿O durará como dura una bandera norteamericana en un bonito jardín de Long Island?
Nos dividimos en una Guerra Civil, a pesar de nuestra incivilización, y no sé si quiero llegar siquiera a pensar que todo se unirá por la fiesta de Iniesta.
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